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  • evayera

Solsticio: Iniciando el viaje de Invierno

Llega un momento muy propicio para conectar con el vientre de la oscuridad y descansar ahí, en lo profundo. El solsticio de invierno es uno de los portales más importantes de la rueda del año, una vía de entrada y descenso a la oscuridad y la quietud donde se gesta la vida.


Empieza nuestro viaje de invierno. Y es la mejor estación para comenzar algo, porque la semilla crece en la oscuridad de la tierra, el nonato en el vientre, y así de la oscuridad de noche nace la luz de un nuevo día.

Cerramos un año solar e iniciamos un nuevo ciclo. Es una oportunidad para sintonizarnos con la naturaleza que nos sostiene y nos configura. La externa y la interna.

El tiempo orgánico es cíclico; las estaciones cambian y podemos conectarnos y dejarnos ser con los ritmos naturales de la vida. El invierno es como una inhalación larga y lenta, en la que el mundo vivo va acercándose más hacia dentro, hacia el letargo y hacia la muerte, a medida que los días se vuelven más oscuros y fríos. El solsticio de invierno está impregnado de quietud, como si contuviéramos el aliento en la noche más larga. Es una especie de tiempo liminal, de tránsito, entre lo que ha sido y lo que todavía no es, entre un final y el principio de un nuevo amanecer, en el que, junto al sol y la Tierra, iniciamos un nuevo año solar.


En estos meses la naturaleza nos regala una profunda oportunidad de quietud y silencio. Los signos externos de vida se reducen a la mínima expresión, a los puros huesos. Las plantas y las criaturas se rinden a la muerte y la inactividad, recogiéndose en la morada, en la cueva, en lo oscuro de la tierra. No hay desesperación en la naturaleza, ni resistencia, escondite o huida de lo inevitable e ineludible. La vida llega a su fin. Todo debe volver a sus orígenes.


En nuestro mundo humano, la celebración de la luz y el milagro del renacimiento son temas comunes en nuestras historias y tradiciones festivas. Esta es una temporada de reuniones festivas y entrega de regalos, quizás porque necesitamos la alegría y el consuelo de la compañía de los demás como un bálsamo para acompañarnos en el pesado peso de la oscuridad en nuestros corazones y psiques.


Abrámonos al poder de la naturaleza en este cambio del solsticio de invierno.


Atiende el llamado que surge del vientre de la oscuridad que te invita al recogimiento, al silencio y abre portales a los más profundos misterios de tu oscuridad interior. Deja ir las actividades frenéticas que marca el sistema capitalista; sigue tu respiración hacia adentro y baja al “Gran Abajo” en busca de los fragmentos de la historia de tu vida y de tu ser profundo y salvaje que yacen en tu oscuridad.

El invierno y este umbral de tránsito nos ofrecen grandes enseñanzas sobre los ciclos, la vida y la muerte. Las muertes no son finales absolutos, sino más bien comienzos donde renace algo fresco y hermoso. En estos misterios primarios de la muerte y el renacimiento, podemos encontrar la inspiración y el coraje para descender a nuestra propia oscuridad interior en busca de las raíces más profundas de nuestra transformación y sanación, y de los potenciales y recursos que pueden hacer que tu vida se renueve.


Pero solemos huir de la muerte, la oscuridad. Corremos y adoramos la luz. Nos cuesta dirigir nuestra atención hacia los lugares profundos y oscuros de nuestro paisaje interno. Es ahí, en nuestro inframundo, donde encontramos nuestras heridas y nuestros dolores, pero también es en el fondo, donde podemos sentir el poder de la autocontención, el descanso y la regeneración natural, y donde se sostiene y se renueva la vida.


Hay un antiguo mito sumerio de la diosa Inanna, reina del cielo, que relata su descenso al reino del inframundo al sentir el llamado de su hermana, la diosa oscura, la sombra Ereshkigal. Inanna habrá de despojarse de sus atributos reales en cada uno de los siete portales de su descenso, y aun así, desnuda y desprotegida, morirá sentenciada por su hermana. El mito nos sugiere que gracias a la empatía y a la compasión, -ingredientes esenciales en la transformación del dolor humano, que Inanna resucita después de estar muerta tres días y tres noches colgada en un gancho de una pared. Tras ofrecer un sacrifico, Inanna saldrá del inframundo coronada, ahora también como reina de la Tierra iniciada en los misterios del inframundo. La crudeza, el simbolismo y la sabiduría de estas narrativas mitológicas nos pueden ayudar en nuestro camino a medida que avanzamos en nuestro viaje del alma.


Así, como si realizáramos un viaje mítico y místico, podemos bajar a las profundidades a reconocer nuestras partes ignoradas, reprimidas, heridas o dañadas. Ahí, en la oscuridad, tocamos nuestra sombra y el dolor ¡Sí! Pero es ahí, en las profundidades donde también está el poder del verdadero descanso, la guarida, la morada, un lugar de conexión con nuestra auténtica naturaleza, un sitio de restauración y de sanación. Porque es adentro- y abajo profundo- que encontramos la fuerza original, el poder que necesitamos para rescatar las voces exiladas por el olvido, el dolor y los condicionamientos, y para recuperar nuestra integridad.

Deja que estas fuerzas benevolentes que transforman la vida inspiren y guíen tus procesos. Aprovechemos el solsticio de invierno regalándonos un tiempo de descanso nutricio e interno. Abrámonos a los misterios primitivos y crudos de la naturaleza de la oscuridad, la muerte y el renacimiento. Quédate quieta, en silencio y dirige tu atención y tus cuidados a las profundidades de tu oscuridad interior donde late la magia de la regeneración y la transformación.


Prepárate para renovar tu vida iniciando tu viaje de invierno. Viaja al fondo de ti y descansa. Solo así, puede empezar algo nuevo.


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